Las precipitaciones y los fuertes vientos causaron destrozos y dejaron poblaciones sumergidas, mientras decenas de rescatistas intentaban llegar a las zonas incomunicadas donde aún quedaban miles de personas aisladas.
Al menos 37 personas murieron al paso de un devastador ciclón en el sur de Brasil, según el último balance divulgado por las autoridades, que se preparan para recibir más lluvias en las próximas horas.
Las precipitaciones y los fuertes vientos causaron destrozos y dejaron poblaciones sumergidas, mientras decenas de rescatistas intentaban llegar a las zonas incomunicadas donde aún quedaban miles de personas aisladas.
Se trata del más reciente de una serie de desastres climáticos en los últimos meses en Brasil, y el más mortífero en el estado de Rio Grande do Sul.
«Vimos comunidades totalmente sumergidas. Es desolador, hay mucha destrucción», dijo el gobernador Eduardo Leite en rueda de prensa, luego de sobrevolar las zonas castigadas desde la madrugada del lunes y visitar refugios, según una nota, informó la agencia de noticias AFP.
Según las autoridades, 36 personas fallecieron por el ciclón en Río Grande do Sul, y una en Santa Catarina, de acuerdo con los últimos reportes.
Los embates del ciclón se sintieron en 75 municipios y más de 5.300 personas debieron abandonar sus hogares, aunque las autoridades redujeron a casi 44.000 el número de afectados respecto a un balance previo.
Es «un evento absolutamente fuera de lo común», dijo el gobernador.
Los desfiles por el Día de la Independencia nacional el jueves fueron suspendidos, al tiempo que el Gobierno decretó el estado de calamidad.
Las labores de rescate, con aeronaves y barcos, continuaban en una carrera contra el tiempo en las regiones más apartadas.
Leite se dijo especialmente «preocupado» por las previsiones de lluvias «para el final del día y mañana». «Los suelos están encharcados y los ríos están llenos», dijo.
El Instituto de Meteorología Inmet emitió una alerta de «peligro» para la región sur del estado, con previsiones de hasta 100 mm de lluvia al día y vientos de hasta 100 km/h, posibles cortes energéticos, caída de árboles e inundaciones.
El ciclón se originó en un «sistema de baja presión que genera inestabilidad en el océano» y se dirigió hacia «el continente con lluvias y vientos torrenciales», explicó Francis Lacerda, investigadora del Laboratorio de Cambio Climático del Instituto Agronómico de Pernambuco (noreste).
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva envió una comitiva encabezada por su ministro de Comunicación para coordinar la ayuda del Gobierno federal.
La localidad de Muçum, donde fueron localizados 15 cuerpos, quedó parcialmente sumergida.
Los escombros de casas destruidas por la fuerza de los vientos y las aguas yacían sobre un piso de lodo.
La emergencia en Muçum y en la vecina localidad de Roca Sales obligó al uso de un camión frigorífico para transportar los cuerpos de las víctimas, según la prensa local.
«Ayer el agua comenzó a bajar al final del día. Es algo que asusta. Destruyó todo. Roca Sales, hoy, no tiene más nada», dijo su alcalde, Amilton Fontana, citado por el sitio A Hora.
«El agua vino muy rápido, no dio tiempo a salvar nada, lo perdí todo. Había mucha gente gritando, pidiendo socorro (…) Solo me queda empezar de cero», dijo a la AFP Paulo Roberto Neto Vargas, un vigilante de 39 años.
Entre los fallecidos por el ciclón figura una mujer de 50 años en la localidad de Lajeado, al caer a un río tras romperse el cable con el que un socorrista la intentaba rescatar.
Brasil sufre fenómenos extremos frecuentes, y los científicos apuntan a un vínculo con los efectos del calentamiento global.
«Los ciclones en Brasil no solían adentrarse mucho en el continente como es más habitual en el hemisferio norte, pero eso ya está siendo más frecuente», explicó Lacerda.
«Son extremos porque están bombeados por la cantidad de energía exacerbada por el efecto invernadero» causado por el hombre, dice Lacerda.
En junio, un ciclón dejó al menos 13 muertos en el mismo estado de Rio Grande do Sul, mientras miles de personas fueron evacuadas o perdieron sus casas.
En febrero pasado, 65 personas murieron por deslizamientos causados por lluvias récord que azotaron Sao Sebastiao, un destino turístico de playa a unos 200 km de la ciudad de Sao Paulo (sureste).